La fabricación de objetos se especializa cada día más. No basta con tener un excelente carpintero que nos elabore una pieza en madera sino aplica el diseño de acuerdo con las necesidades.
El atril, mueble con que se cuenta para los actos protocolarios, debe reunir ciertas condiciones para que preste un mejor servicio. No basta, pues, con hacer un cajón con una tapa encima donde se ponen los papeles que una persona lee. Se requiere, además de un buen carpintero, un diseñador y, por qué no, un protocolista.
Esta semana tuve la oportunidad de padecer con las carencias de un atril de un sitio muy moderno: no tenía ni el más mínimo lugar para una copa de agua y, mucho menos, otro compartimento además del superior donde se ponen los discursos.
Como si fuera poco, no podía faltar lo que es costumbre en los atriles solo porque sí, porque así se ha venido haciendo: la marca en la parte frontal. Es decir, si alquilamos un salón, tenemos que hacerle publicidad al sitio con la marca en el atril que, por lo general, aparece en las fotografías que registran al anfitrión y al invitado especial cuando pronuncian su discurso.