Hoy me contaron algo que sucedió en un negocio relacionado con un evento y que me parece interesante compartir con ustedes.
Desde el año pasado se hizo la reserva en un sitio de Cali para la celebración de aniversario de una empresa de esta ciudad.
Como la fecha se aproxima, el Gerente con otras tres personas, uno de ellos el encargado de la operación del evento, fueron al sitio a ver el servicio del elegante menú escogido para el acontecimiento.
La persona que tiene el cargo de gerencia estaba en otra mesa atendiendo unas amigas (parece ser) y la segunda, la que se encarga de los eventos, saludó a los visitantes en cuestión y: “Bueno, ahí los dejo”.
Sirvieron la entrada: deliciosa. Luego el sherbet, cuyo recipiente y presentación fue objetado por el gerente de la empresa contratante al chef; según parece, dijo algo como que le gustaría que se sirviera en la copa usual y como lo hace el sitio xxxxxxx.
El chef se molestó y le dijo que se fueran entonces a ese sitio.
Se perdió un negocio de cena muy elegante para 300 personas. Efectivamente, el Gerente contrató la cena en el sitio que puso de ejemplo.
Aprendizaje.
La persona encargada de banquetes, nunca debió dejar a los clientes solos. Debió quedarse ahí al pie. Debía ser la intermediaria entre lo que el cliente decía y el chef. No dejar el asunto en manos del chef.
El chef no debió tomar actitud de artista sino de proveedor y saber qué era lo que quería el cliente para así mismo complacerlo. Nada costaba cambiar la cáscara de limón pegada en gelatina roja, por una copa de sherbet. A veces hay “creaciones” que resultan “mañé”. Eso sí, en caso de que el cliente diga un absurdo, se le debe hacer ver la razón por la cual no conviene como él dice. Al fin y al cabo, también es la imagen del chef y del sitio.
A propósito de esto, recuerdo que un decorador que conozco, me contaba riéndose cómo, en aras del dinero, decoraba las casas de los mafiosos con las cosas más absurdas y ridículas. Nunca me pareció que actuara bien porque era su imagen como decorador. Pero bueno…