En la página de Opinión de El País del 30 de octubre y de hoy 23 de noviembre, aparecen sendas columnas escritas por Fray Luis Patiño, que publico en mi blog porque estoy totalmente de acuerdo con lo que en dichas columnas se expresa:
Jesús en el Vaticano
Anoche tuve un sueño que se me convirtió en pesadilla: Jesús de Nazareth no estaba contento con la manera como su vicario, el Papa, y los empleados del Vaticano estaban dirigiendo la Iglesia. Le preocupaban, sobre todo, los escándalos del Banco del Vaticano, la reprimida sexualidad de algunos sacerdotes y la búsqueda de poder y prestigio. Entonces resolvió dejar el cielo y venir a Roma. Mandó de vacaciones al Papa y a los cardenales y se puso a gobernar la Iglesia.
Lo primero que hizo fue alquilar un pequeño apartamento en un barrio periférico de Roma a donde se fue a vivir. Luego entregó a la Unesco todos los tesoros de los museos vaticanos, de la Basílica de San Pedro y de la Casa Pontificia.
Suprimió el Estado del Vaticano y lo convirtió en un barrio popular con un proyecto de vivienda para los pobres que viven en la calle, para los marginados. Cerró el Banco Vaticano y entregó a las autoridades italianas todos los dineros ‘calientes’ ahí depositados.
Invitó a un grupo de indigentes al comedor de su apartamento para una cena con pan y vino, les dijo que eso era su cuerpo y su sangre, y que repitieran esa comida en sus casas cada vez que quisieran recordarlo y sentir su presencia.
Cuando llegó el día de la audiencia pública del Papa en la Plaza de San Pedro, la multitud estaba muy nerviosa esperando que apareciera el Sumo Pontífice en su ‘papa móvil’ con su impecable sotana blanca, sus exclusivas zapatillas rojas y su anillo de oro. Pero el Papa no llegó y Jesús, en ‘bluyines’, se bajó de un bus para reunirse con los drogadictos y prostitutas del Transtevere y les dijo que ellas y ellos son bienaventurados y los preferidos de Dios.
Ante semejante ‘desorden’, los encargados de la obra de Dios protestaron y promovieron un Concilio Ecuménico que, por mayoría absoluta de votos, decidió exigir a Jesús que respetara la suprema autoridad del Papa y no siguiera quebrantando el Derecho Canónico, y los rituales oficiales de la Iglesia.
Jesús, entonces, se dio cuenta que no podía seguir gobernando a la Iglesia y resolvió regresarse al cielo muy triste y fracasado.
¡Soñar no cuesta nada!
El Papa: ¿Pastor o monarca?
“He recibido muchos comentarios positivos sobre mi anterior columna: ‘Jesús en el Vaticano’. He quedado gratamente sorprendido de la cantidad de personas creyentes que no están de acuerdo con la manera como se gobierna a la Iglesia desde el Vaticano.
El Papa es jefe de Estado y cabeza de una monarquía absoluta que, en vez de la radicalidad evangélica, tiene que utilizar la diplomacia mundana.
Aparece frecuentemente lleno de lujos y de honores. Las ampulosas ceremonias en la plaza de San Pedro son un derroche de ostentación y de poder.
Eso es muy chocante para buena parte de los fieles católicos sencillamente porque está en contra del estilo de vida que adoptó Jesús de Nazareth.
Él, cada vez que pretendieron hacerlo rey, se desapareció y rehuyó la fama y el poder mundanos. Siempre estuvo cerca de los humildes y los pobres que no cuentan para nada en los elitistas protocolos romanos.
Lo más curioso es que, en medio de todos esos excelentísimos y eminentísimos señores, ataviados con lujosos ornamentos, siempre colocan a Cristo desnudo y clavado en una cruz.
Alguien comentó que ese Cristo siempre llega antes de que comiencen las ceremonias, pues, si llegara después, no lo dejarían entrar por no tener el vestido adecuado…
Lo más grave es que ese estilo y esa forma de gobernar a la Iglesia se prolongan en muchas curias episcopales que calcan lo que hace el Papa y tienen reyezuelos gobernando una Diócesis, de manera autoritaria y distante de la cultura y de los verdaderos intereses de las clases populares.
Ese estilo imperial eclesiástico está condenado a desaparecer y quienes creemos en Jesús de Nazareth tenemos que hacer todo lo posible por deslegitimar semejante permanente traición al Evangelio.
Queremos una Iglesia popular, una Iglesia de los pobres, que muestre, con su estilo de vida, el verdadero rostro del Jesús histórico.“