Hoy encontré esta carta que le envié a todos mis amigos hace cuatro años el día en que mi hijo Diego se graduó de odontólogo en una universidad, de cuyo nombre no queremos acordarnos nunca más en nuestras vidas. Cómo será el recuerdo tan negativo que deja, que al encuentro con familiares de colegas, estos dicen si uno también fue “damnificado” de esa universidad. Es de reconocer que la enseñanza es excelente,(la puramente científica) pero no hay nada de generación de sentido de pertenencia y mucho menos amor hacia el estudiantado. No existe la más mínima idea de qué es servicio al cliente y que el estudiante es un cliente. Todo es negocio. Todo se debe comprar ahí, las resinas de otra parte no sirven, así sean las mejores. Una gran mayoría de egresados no ama su universidad como amo yo la mía.
Queridos amigos:
Hoy me siento liviana. Si. Ya no llevo a cuestas un piano, un piano de cola. Mi hijo Diego, recibe hoy su título de Odontólogo.
Me refiero al peso de un piano de cola no por lo que signifique el tener un hijo en la universidad. No. Se trata de tener un hijo estudiando odontología y todo lo que ello implica.
En otra ocasión les había comentado que tengo cuatro hijos y puedo comparar lo difícil que es tener un miembro de la familia estudiante de odontología.
Si lo miramos desde lo económico: Los estudiantes de otras carreras, piden para pasaje, almuerzo en la Universidad y fotocopias. El de odontología pide para materiales, herramientas, cráneos de verdad, dientes de verdad, boletas de citas para los pacientes y todo su costeo de trabajos odontológicos. Si, claro. Hay que pagar calzas, prótesis fijas, removibles… ¡Ah! Me faltaba el costo del transporte en taxi todos los días, porque el chico debe cargar un morral con delantales, guantes, gasas, tapabocas… y una caja de herramientas con pinzas, agujas y materiales. En estas maletas lleva todo lo de un consultorio, sin la Unidad (silla y vitrinas).
Si lo miramos desde las exigencias: El estudiante de odontología debe cumplir con no sé cuántas calzas en resinas, no se qué tantas prótesis y no sé que otras en fijas.
Si lo miramos desde la dificultad: El estudiante debe conseguir pacientes que tengan exactamente los problemas que requiere para el aprendizaje. No se imaginan la felicidad cuando se encuentra una persona con los dientes bien dañados pero al que le falta, quizás, uno de los requisitos: “Mami, tiene sólo catorce dientes malos y necesito quince. Debo conseguirme otro que tenga un diente malo”. Se debe contar además con los permisos de las empresas de los pacientes y el permiso en el centro educativo, cuando son niños.
Si lo miramos desde la familia: Esto se volvió problema de toda la familia. Todos esperábamos ansiosos a Diego para que nos contara si la anciana problemática fue a la cita, si la prótesis encajó bien, si se le quitó el dolor a la señora o si consiguió la persona que necesitaba con las catorce piezas para extraer. De los otros hijos, sólo preguntarles si les fue bien en el examen y qué tal resultó el trabajo que presentaron.
Si lo miramos desde los pacientes: En algunas ocasiones, el estudiante hace el trabajo y cuando ya se lo va a poner al paciente, éste no va. Se los aseguro. En consecuencia, se pierde la clínica. En mi caso personal, como en octavo semestre una paciente se rehusaba a dejarse poner la prótesis y hube de llamarla a rogarle y suplicarle porque ya Diego había agotado todos los recursos y estaba entre la espada y la pared en el semestre. Finalmente la señora accedió tarde y tuvimos que pagar curso de extensión la señora se rehusaba a ir. Hubo que suplicarle, rogarle y llorarle. A otro, de Palmira, hubo que decirle que se le pagaba, fuera de la cita y el trabajo odontológico, el día en su fábrica.
Si lo miramos desde lo anecdótico: Que doña Fulana, como es tan mayor, puso el babero encima de las herramientas y ahí estaban las incrustaciones y al quitar el babero desaparecieron las incrustaciones. ¡Hay que repetir el trabajo! Que doña Sutana tenía provisionales, mordió chicharrón y se le quebraron y que a doña Perenseja, desplazada por la violencia, a la que se le pagó todo el trabajo dental, le pareció que se demoraban mucho en el trabajo.
Si lo miramos desde la Universidad: que si el laboratorio entregó a tiempo las piezas, porque solo queda una semana para cumplir con el semestre y uno como mamá empieza el conteo: siete, seis, cinco, cuatro, tres, uno. ¡Mami, el laboratorio me entregó ya! ¡Bendito sea Dios!
Cuando un estudiante está en medicina, hace rotación por las diferentes dependencias de un hospital. La Universidad no le dice que traiga pacientes que tengan cáncer en el hígado, que traiga otro que tenga osteoporosis y otra que esté en embarazo. El paciente está allí. En arquitectura, el estudiante lleva la maqueta y los planos pero estos son inertes. En odontología es conseguir el paciente que reúna los requisitos exigidos, motivarlo, rogarle, hacerle seguimiento telefónico, contar con los permisos de su trabajo, pagarle las citas y pagarle el tratamiento (en la mayoría de los casos).
Finalmente, queridos amigos, ¿quieren ser felices? Que su familiar candidato a ingresar a la universidad busque opciones diferentes a la odontología. De verdad. Se los aseguro. Si ustedes son adinerados, pues no hay problema, pero si no lo son, les digo que esta carrera arruina a cualquier familia, además de otros factores que yo, personalmente, considero importantes destacar como que el cargar tanto peso (morral, caja de herramientas) y la forma como deben trabajar al paciente, inciden en una mala postura y los materiales que, según las estadísticas, influyen negativamente en la salud.
No les quito más tiempo. Sólo quería desahogarme, después de cinco años de tener un hijo estudiando odontología.
Un abrazo
Piedad
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