Por considerarlo de interés, desde lo tradicional y cultural, publico este artículo de mi exprofesor Germán Patiño, aparecido hoy en El País y que hace referencia al Festival de música del Pacífico “Petronio Álvarez”. Los que somos del Pacífco colombiano, como es mi caso, vibramos con esta música de marimba y tambores.
Al margen.
Por: Germán Patiño.
Quien no estuvo en las jornadas del XIII Festival de música del Pacífico Petronio Álvarez, se perdió de uno de los acontecimientos culturales más memorables de Cali y tal vez de Colombia.
Una verdadera multitud alegre y solidaria se reunió alrededor de la música y, según el productor y músico Iván Benavides, destilando más fervor y exultación que en un megaconcierto de los Rolling Stones en sus años de mayor gloria. Lo sorprendente es que esto suceda alrededor de una expresión musical que la mayor parte de Colombia no conoce, que proviene del mundo profundo de los campesinos negros de los ríos del Pacífico y que, desde luego, esa ‘perrata’ que son los programadores “musicales” de la radio comercial jamás comprenderá.
La cantidad de gente, la emoción contenida, la presencia nutrida de gozosas matronas negras y de vivaces princesas afrocolombianas de complexión estatuaria, al lado de miles de estudiantes universitarios, hacen del Petronio la fiesta cultural de mayor raigambre en la ciudad.
Y este público jubiloso es la principal fuerza de contención para que el Petronio no pierda el rumbo, garantizando que el espacio para la música tradicional y los intérpretes campesinos se constituyan en una especie de quintaesencia del Festival. Qué bello escuchar, en la noche de Cali, a decenas de miles de voces entonar aquella dolorosa y estremecedora estrofa de una de las canciones más bellas que existen: “Velo que bonito/ lo vienen bajando/ con un ramo de flores/ lo están arrullando… Orrí Orrá, San Antonio ya se va…
Pero no todo ha sido emoción. Los alcaldes de los 45 municipio del Litoral se han reunido en Cali para reflexionar sobre el valor que las expresiones culturales de sus pueblos con miras a impulsar el desarrollo económico y social; los investigadores académicos de la música han sesionado en medio del embrujo del Festival y toda la variedad y riqueza de la cocina espléndida de nuestras mujeres negras ha estado a disposición del público. Por allí, entre las toldas llenas de aromas gustosos, vi a los músicos africanos de Burkina Fasso maravillados ante un sancocho de muchillá.
Es un acierto de la Alcaldía de Cali y su Secretaría de Cultura que hayan mantenido el carácter de encuentro comunitario del Petronio, que es su naturaleza fundamental. Un encuentro de gente donde ocurren muchas cosas, entre otras la música. Está lejano de los festivales musicales de la tradición europea, donde los melómanos y expertos van con el oído afilado para encontrar las debilidades del cornista en el solo que precede al tercer movimiento, y donde la música debe escucharse en medio de un silencio abrumador. No, aquí la música está al lado del baile, del abrazo cariñoso, del saludo de extremo a extremo e incluso el público se entromete tanto, que hasta le marca el ritmo al grupo que se presenta si es que lo siente fuera de tiempo. En otras palabras, la música se vive, no simplemente se escucha. Quien no ha tenido esta experiencia se está perdiendo de una poderosa razón para existir y de un encuentro cercano con nuestra peculiar identidad cultural.
La ciudad debe agradecerle al Alcalde, al Secretario de Cultura y a Corfecali por el esfuerzo, la generosidad y la comprensión de la importancia vital del Petronio Álvarez. Así lograremos que Cali tenga un sitio destacado en el universo de la cultura. Bien por ellos y larga vida al Petronio.