Las reuniones sociales, en gran parte de la población caleña, son totalmente diferentes a lo que se da en otros lugares.
Se llega a la celebración en una casa o sitio social y, de inmediato, los organizadores instalan la música a todo volumen. Entonces, no se conversa, se grita con el vecino de mesa. “Es nuestra cultura caleña” me decìa una anfitriona cierta vez.
Lo acepto cuando se llegue al momento del baile, pero no cuando solo es una reunión para conversar. Es así. Está tan arraigada esta costumbre que en bodas, en el momento de la comida o la cena, se conversa a los gritos o leyendo los labios porque la mùsica a todo volumen impide hacerlo como gente normal.
En no pocas ocasiones le he dicho a los anfitriones, a los del conjunto musical o al sonidista que, si nadie está bailando, por qué no pueden bajar un poco el volumen. Desde luego, la mirada que recibo es como de bicho raro.
La cultura de otras regiones es de conversación y el licor alrededor de la comida. Aquí en Cali es de baile.