Aunque ya lo he comentado que la actitud, un poco displicente y seca en la atención al cliente por algunas personas de determinadas empresas caleñas es cuestión ancestral, cultural, histórica y antropológica, regreso con este tema, aunque me vuelva monotemática.

Durante los últimos días he estado haciendo un seguimiento telefónico a un proyecto del que soy la gerente y, en realidad, la cantidad de anécdotas que tengo sobre la atención recibida, es sorprendente.

Con mi asistente de este proyecto, que hace el contacto en primera instancia, coincidimos en este problema que es cuestión de actitud.

A ver, el mensaje que se recibe o se concluye es más o menos como: “somos demasiado importantes” o “a usted no lo conocemos”. Mensajes que no muestran posición de servicio o de buenas relaciones públicas. No es de gana-gana, de ayuda mutua, de somos caleños, sino de inaccesibilidad, de barrera, de superioridad.

Parece ser, según me han dicho los expertos que, por cuestiones ancestrales, el ser muy amable se considera aquí como servilismo.

¿Cómo somos una ciudad de servicios si la actitud no corresponde?