Hay en Cali un restaurante vegetariano, pequeño, de orientales, que enseñan mandarín y en el que tienen toda una filosofía alrededor de la comida. Todo es sencillo, limpio y sano. Por escrito, recomiendan que si uno no desea comer un componente que está dentro del menú o quiere menos, lo diga para no servirlo y así no desperdiciar la comida. Por supuesto, los comensales no dejan ni un grano de arroz para no quedar como “lentos”.
Pensaba yo esa tradición que tienen en algunos países a la hora de comer como en los Estados Unidos -país del desperdicio- que en los restaurantes sirven cualquier menú de manera exagerada y, claro, gran cantidad de comida se va para la basura.
En otros, la “filosofía” para ser “in” es hacer el pedido, medio probar y dejar casi todo, para no demotrar que se tiene hambre, pienso yo.
Me contaba un compañero de silla en un vuelo internacional, un peruano, jefe de alimentos y bebidas de un gran hotel en Barcelona, cómo sufría choque cultural con la “norma” de, por ejemplo, destapar todas las 120 botellas de champaña contratadas para un evento, así solo se gastaran 60, pero como ya estaban pagadas… Desde luego hizo ver a sus jefes la manera de darle un uso racional a los alimentos y bebidas, con respuesta de oídos sordos.
No es tacañería. Es pensar en que hay gente que se muere de hambre y en que cada vez los alimentos se ponen más caros y en que cada vez más escasearán.