Quedé de encontrarme con un amigo al final de un congreso que se celebra en Cali. Mientras terminaba, me paré en la parte de atrás del auditorio. Al rato, le pregunté a una de las guías: “¿puedo traer una silla y sentarme acá?”
Respondió. “Ya le hago el favor”.
Si alguna respuesta es de mal gusto, es esa. Yo no le estaba pidiendo el favor de que me trajera la silla, sino preguntándole si podía cambiarla de sitio porque todas estaban acomodadas con sus respectivas mesas de trabajo.
La chica debió responder. “Con mucho gusto yo se la traigo”.