Cierta vez estuve en la fiesta de una boda, en la zona verde de una casa y dentro de la decoración propia del evento, había tres antorchas puestas en estructura de hierro, con cintas y flores, junto al bar y debajo de un parasol que cubría todo el estadero (parte de la zona de la fiesta).
Con el paso de las horas, el parasol se ponía cada vez más ahumado, cosa que daba lástima porque habría de reponerse. Nadie decía ni hacía nada.
Yo miraba con tristeza pero como prometí no opinar nada de protocolo cuando no se me pregunte o porque, en realidad, haya peligro inminente. En este ocasión, los oferentes de la fiesta habían contratado un “planeador de bodas”, entonces es mejor respetar los conceptos.
Además del perjuicio que menciono, a mí nunca me han gustado las antorchas para las fiestas, con excepción de lugares abiertos en los que no haya acceso a la luz eléctrica; de resto me parece que la gente va a quedar oliendo a humo o que sufra la quemadura de su vestido con una chispa que salte. En su reemplazo, es mejor pensar en la posibilidad de instalar unas luces especiales, indirectas, según el caso.
Lo que sucedes es que algunos organizadores de eventos, no miran cada uno en particular, sino que generalizan con el “así lo ví en la fiesta de fulana de tal”. Un procedimiento así no es más que desconocimiento de las bases conceptuales y tradiciones.
Vale la pena anotar que la antorcha es un palo con mecha en una de sus puntas que se moja con algún material inflamable y se enciende. Se usaban en la antiguedad para iluminar, puestas sobre muros.
La antorcha es el símbolo de los Juegos Olímpicos, por eso se le dice Llama Olímpica y se transporta con relevos entre varios jugadores hasta que se inaugure la ceremonia y se encienda con ella el pebetero.
Una antorcha famosa es la que sostiene la Estatua de la Libertad y que significa iluminación.