Por esas cosas del destino, ayer me trasladé desde el Centro de Eventos Valle del Pacífico hasta Cali, en un bus que transportaba a los integrantes de un evento que finalizó, convocado por la Cancillería colombiana y con asistentes provenientes de todos los países de Suramérica. Del Centro de Eventos a Cali existe una distancia más o menos de 20 minutos.

Primero, el aire acondicionado tardó en hacer sus efectos y el calor era insoportable y, segundo, la música a todo volumen y con temas y ritmos poco “elegantes” o para otras circunstancias.

Por ser de aquí, aunque no pertenecìa al congreso, me dirigì al conductor para comentarle sobre el aire acondicionado y la música que estaba a todo volumen y un poco “montañera”* para la clase de pasajeros.

El conductor me dijo: “entonces qué mùsica pongo, si las que están sonando son baladitas” ¿baladitas? Ningunas baladitas, sino música de mal gusto. Què pena, pero por favor cámbiela que me da verguenza con los visitantes. La cambió por vallenato y el volumen seguía igual.

Después, preguntó el conductor que quiénes se quedaban en un determinado hotel. Nadie oyó por el volumen de la música. Claro. De nuevo, entonces, me paré desde la última banca hasta donde él para decirle que la música no permitía ni oir ni conversar. Entonces, la apagó.

Cuando me regresé a mi banca, oí exclamaciones de tranquilidad por la paz que se sentía.

Lo anterio me hace pensar que, cuando tenemos visitantes, tendremos la cortesía de estar presentes en el momento de su llegada y acompañarlos en el bus, pero también al momento de su regreso, cuando ya finalice el evento. No es despacharlos con el conductor que, con seguridad, en la gran mayoría de las veces, no tiene entrenamiento para los casos que menciono.

*Montañero es un término que usamos aquì, para indicar que algo está de mal gusto.